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Reflexiones del Claustro Académico | Consejo de Unidad – Primera Sesión Ordinaria 2023



Consejo de Unidad – Primera Sesión Ordinaria 2023 Unidad Académica San Julián - Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Reflexiones del Claustro Académico.


Dando cumplimiento al Acuerdo Nº 036-CU-UASJ/2023, se difunden a continuación las reflexiones expuestas en la primera sesión ordinaria del Consejo de Unidad del día 04 de abril de 2023. Las reflexiones fueron planteadas desde el claustro académico y expresamente compartidas por los miembros de los demás claustros.

“Compartimos una reflexión general relativa a diferentes situaciones que nos atraviesan como comunidad universitaria y sobre las que consideramos importante poder expresarse en ámbitos públicos y abiertos como este, el órgano colegiado de gobierno que nos hemos dado como Unidad Académica.

Situaciones nacionales, provinciales, locales que nos interpelan en nuestro cotidiano hacer, especialmente a quienes somos docentes universitarios, formadores de profesionales con compromiso y responsabilidad pública para la intervención en los campos de la salud, el medioambiente, las políticas públicas, la educación, la administración.

Y es por eso que primeramente queríamos referirnos a las medidas de fuerza de la docencia universitaria y los diez días de paro total de actividades que tuvieron lugar durante el mes de marzo.

La defensa de nuestro salario, de la no pérdida del poder adquisitivo ante la abrumadora escalada inflacionaria que vive nuestro país lejos de ser un reclamo sectorial, es un reclamo directamente relacionado con la defensa a la universidad pública.

En las universidades más grandes, más antiguas, de mayor tradición esta asociación se explica por el desaliento que nuestros salarios implican para el fomento de vocaciones académicas, por la fuga de los jóvenes (y mejores) recursos formados a otros países o a actividades tecnológico-científicas en el sector privado.

¿Y en nuestro territorio? Este macro discurso tiene su singularidad en una universidad como la nuestra y es nuestra obligación pensar en esa singularidad, en sus matices, en sus efectos.

Probablemente en Santa Cruz la depreciación salarial de la docencia universitaria no hace emigrar masivamente a nuestros graduados hacia la búsqueda de mejores horizontes laborales al exterior; lo que sí probablemente genera o contribuye a generar es la dificultad de que nuestros estudiantes puedan tener cubiertas las asignaturas de sus planes de estudios con equipos docentes conformados en tiempo y forma, ante la dificultad de conseguir recursos humanos con disposición y dispuestos a ejercer una labor que compite con otros ámbitos de ejercicio profesional más redituables, menos desgastantes; seguramente también la depreciación salarial es un factor en juego en la dificultad por radicar recursos humanos que participen en nuestro proyecto de universidad comprometida con el territorio y que hace que hoy un porcentaje importante de nuestra planta docente radique fuera del territorio provincial con la posibilidad de cobrar el beneficio de “Zona desfavorable” que figura en nuestros recibos de sueldo como ítem de compensación al alto costo de vida de estas latitudes; incluso la depreciación salarial también puede llegar a explicar la necesidad del pluriempleo, más allá y por sobre las 50 horas de incompatibilidad que nuestra propia normativa estipula como permitida.

Nótese que hablamos de depreciación salarial y de pérdida del valor adquisitivo que como trabajadores constatamos cada vez que vamos al supermercado o pretendemos emprender algún proyecto personal-familiar que hasta hace dos o tres años formaban parte de nuestras posibilidades. No hablamos de salarios magros, mas sí injustos atendiendo a las exigencias que se nos requieren/debiéramos cumplir y a la relevante función social que nos corresponde atender. Y hacemos esta aclaración en el marco de las últimas cifras publicadas por el INDEC, que revelan que el 54% de las infancias de nuestro país –esas para las que en parte varias de nuestras carreras trabajan- viven por debajo de la línea de la pobreza, aún cuando sus padres trabajen en blanco y cobren un salario mínimo que no alcanza para cubrir la canasta básica.

Por eso también interesa poner estas reflexiones en contexto, porque es nuestro contexto el que da sentido a nuestra labor como docentes en particular y como miembros de la comunidad universitaria en general. ¿Cuántos de nuestros estudiantes o aspirantes a serlo estarán en el conjunto de los 11.465.599 argentinos que viven debajo de la línea de la pobreza? En Santa Cruz ¿Cuántos días de paro durante la educación secundaria habrán atravesado quienes este año ingresan a la universidad? o mejor ¿cuántos días de clases –paros y pandemia mediante- (entendidas como encuentros educativos efectivos) habrán tenido durante su educación secundaria y cómo esa situación los posiciona ante el ingreso a la universidad? ¿y los que ingresen en años venideros? ¿Qué transmisión intergeneracional estamos legando ante tanta recurrente y desgastante lucha naturalizada y bastardeada? ¿Cómo las nuevas generaciones reciben y reconstruyen ese legado? ¿En qué medida favorecemos u obstaculizamos, con nuestro hacer, el derecho al acceso exitoso a la educación a la educación superior?

Porque es al Estado al que le corresponde garantizar las mejores condiciones posibles para que ese derecho se haga efectivo, pero somos nosotros los docentes de a pie a los que nos toca hacer algo con las condiciones dadas (sea cuales fueren), poniendo el cuerpo, la mente, la voz, la creatividad, el trabajo para que ese derecho tenga los nombres y apellidos que leemos en las tarjetas de invitación a los actos de colación de cada acto académico. Y es a los que ponemos la cara, la voz, el cuerpo, en el territorio, cotidianamente, a los que la situación de la provincia y del país nos interpela en lo más profundo, porque en el territorio escuchamos las demandas [que muchas, muchas veces, no alcanzamos a atender], vemos las condiciones edilicias de las instituciones y las condiciones laborales de quienes trabajan en ellas, nos anoticiamos de los efectos particulares del trabajo informal o del desempleo o del cierre de emprendimientos mineros, en primera persona, sin intermediaiciones. Porque para nosotros el territorio, la universidad en el territorio, es algo más, bastante más que un mapa o un conjunto de datos estadísticos, periodísticos históricos o documentales.

Porque para nosotros, los estudiantes además de nombre y apellido, además de dificultades, déficits y virtudes, tienen una historia, una historia familiar, tienen un rostro, tienen una mirada, tienen una demanda a la que resulta difícil ser esquivos. Porque los vemos llegar con sueños, con aspiraciones, con cansancio, con niños, con alegrías y frustraciones a cuestas. Porque disfrutan y nos agradecen el encuentro, cada vez más retaceado no ya por una opción pedagógica sino por una condición económica: la que impone el restrictivo y estancado presupuesto universitario que erigido como variable central en la toma de decisiones, limita nuestro propio hacer (y con ello también el de los estudiantes).

A lo que vamos, es que el reclamo no resulta sencillo. Porque paramos la actividad no ante una patronal que al dejar de producir pierde una ganancia de cuyos beneficios no participamos. Por la naturaleza de nuestra labor (trabajamos con saberes y con otros sujetos) parar es acumular y complejizar nuestro trabajo, porque aún en huelga seguimos pensando, ideando, reprogramando, reajustando nuestro hacer en grado, en extensión, en investigación… más allá de plazos y burocracias prestablecidas institucionalmente. Parar debiera suponer hacernos cargo de los efectos de esa pausa que es nuestra y provoca (nos provoca) malestar. Y por la naturaleza de la institución a la que pertenecemos –universidad pública y de gobierno colegiado- nuestro reclamo tampoco va en contra de ninguna maquinaria despótica, porque en todo caso esa maquinaria –de la que formamos parte- tiene las normas y las reglas que su propia comunidad -a través de su gobierno colegiado- se ha dado para funcionar.

Son más preguntas que certezas, que no pretenden buscar respuestas, sino más bien alguna reflexión. Reflexión en torno a las particularidades de nuestro hacer en el campo de la educación superior en nuestro país y del lugar que ocupamos en el tablero social de nuestra provincia.”



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D.I: Flyer. En primer plano se ve una mano sosteniendo una lapicera sobre un papel. En el margen superior sobre un borde triangular de color gris dice: Consejo de Unidad. En el margen inferior sobre un borde triangular de color azul dice "Reflexiones del Claustro Académico" y a lu lado se encuentra el isologo blanco de la Unidad Académica.

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